Aléxandros Papadiamandis es uno de los grandes novelistas griegos del XIX. Nació en 1851 en la isla de Skiazos, donde también moriría en 1911. Pasó parte de su vida en Atenas, trabajando como periodista y traductor. Entre otros autores tradujo al griego a Dostoievski, con quien le han comparado algunos críticos. Fue una persona reservada, que rehuía los círculos literarios de Atenas y prefería frecuentar los barrios populares de la capital y, sobre todo, a sus paisanos de la isla de Skiazos. De estos ambientes sacará la mayor parte del material para sus historias.
La asesina es una magnífica y estremecedora novela sobre la miseria y las difíciles condiciones de vida de las mujeres en la Grecia del XIX. La acción se desarrolla en Skiazos, donde la protagonista, Jadula Frankoyanú, vela a su nieta enferma que acaba de nacer. Durante las noches de insomnio la anciana recuerda los años pasados: su infancia, su matrimonio, los esfuerzos por mejorar su situación económica, las penalidades para conseguir los recursos suficientes para la dote de sus hijas, los hijos varones, también fuente de disgustos y preocupaciones (unos abandonan el hogar para emigrar, otro tiene problemas con la justicia). Tras varias noches en vela la protagonista acaba por perder el juicio y, en su locura, decide liberar a las pequeñas que se encuentra de la penosa vida que les espera. Papadiamandis demuestra ser un profundo conocedor del alma femenina y logra construir un personaje inolvidable, la anciana Frankoyanú, en el que se pueden reconocer rasgos de algunos personajes de la tragedia antigua como Medea y Orestes.
La última parte del libro es un trepidante recorrido por los paisajes de la isla: valles, cañadas, montañas, cuevas y acantilados, magníficamente descritos por la pluma de Papadiamandis, como se puede comprobar en el fragmento que reproducimos a continuación:
La vieja subió aún más arriba, hacia la agreste ladera de la cañada. Abajo, en la vaguada de Ajilá, el río corría por todo el profundo valle con un murmullo tranquilo, en apariencia inmóvil y sereno, pero en realidad eternamente móvil bajo los largos y cargados plátanos; entre musgo, arbustos y helechos, susurraba en secreto, besaba los troncos de los árboles, serpenteaba a lo largo del valle, verduzco por los matices de hierba, besaba y mordía las rocas y las raíces, agua transparente, cristalina, rebosante de pequeños cangrejos que corrían a esconderse en la oscura arena si cualquier pastorcillo, dejando a las ovejas pastar en la hierba fresca, venía a inclinarse en la corriente y levantaba piedras para cazarlos. El canto locuaz y sonoro de los pájaros resonaba armónico en el bosque, rodeaba toda la cuenca occidental, trepaba hasta la cumbre de Anáryiros, hasta Nido de Águila, donde se decía que durante tres generaciones había vivido un águila de mar que finalmente pereció sin dejar polluelos. En su nido desierto encontraron un completo museo de huesos de serpientes acuáticas, de focas, de tiburones y otras bestias marinas, con las que se había cebado de vez en cuando la gran ave poderosa de los mares de pico azulado y grandiosas alas cenicientas.
Vista de Skiazos La cita es algo extensa, pero sirve para dar una idea de hasta qué punto el paisaje también es protagonista en las obras de Papadiamandis. A pesar del tiempo transcurrido desde su publicación en 1903, La asesina es una novela que atrapa al lector moderno desde la primera página y lo seduce con una historia que combina costumbrismo y naturalismo, y que está urdida con la maestría de los grandes novelistas.
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