La frase del título la he tomado prestada del filósofo y educador José Antonio Marina, a quien el diario La Vanguardia dedica hoy su entrevista ("La contra").
Las palabras de Marina siempre son interesantes, y ahora nos enteramos del proyecto que acaba de promover: la "Universidad de Padres", que abarca un curso on line, acompañamiento de expertos y una colección de libros, el primero de los cuales es La educación del talento.
Dejando de lado este interesante proyecto, quería reflexionar un poco sobre esa alegría que debe estar presente en el hecho de educar.
Dedicamos demasiado tiempo (o lo dedican las cabezas pensantes y programadoras) a hablar de competencias, de fracaso o de éxito escolar, de política educativa, de metodología, y de un largo etcétera. Y, sin embargo, hablamos poco de entusiasmo, de ganas, de confianza, de afecto... de alegría. ¿Por qué? Me aventuro a pensar que la razón se encuentra en una pedagogía aséptica, fría, mediocre y políticamente correcta. Porque es más manipulable controlar el ámbito de los conocimientos, y mucho menos el de los sentimientos, las emociones y la voluntad.
¿Cuántos docentes enseñan con entusiasmo, con ganas y con alegría? ¿Cuántos no buscan halagar el gusto del alumno sino inculcarles el aprecio por el conocimiento, aunque suponga esfuerzo? Porque eso cala hondo en el alumno, mucho más que la sabiduría hueca o que la actitud complaciente que ha echado a perder tantas posibilidades de educar de verdad.
Claro que para enseñar con alegría y entusiasmo, es imprescindible que el profesor esté convencido de ello y no sea un mero mercenario enseñante, porque no ha encontrado mejor sitio para ganarse unos euros. Hay que dignificar la profesión. Y eso no se consigue a golpe de decretos sino de personas comprometidas de verdad con una de las profesiones más gratificantes que existen.
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Publicado por Blogger para DOCEO ET DISCO -- ΔΙΔΑΣΚΩ ΚΑΙ ΜΑΝΘΑΝΩ el 1/11/2011 12:34:00 PM
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