Pompeya, la ciudad romana que sepultó la ceniza del Vesubio, Patrimonio de la Humanidad protegido por la Unesco desde 1997, sigue sufriendo dos mil años después el abandono y la impericia de las autoridades. Bajo el acoso de la Camorra, que trapichea en la zona arqueológica y edifica donde le parece, la gestión de Pompeya fue entregada el verano pasado por el Gobierno a un comisario extraordinario, manager de la todopoderosa Protección Civil, dotado de atribuciones especiales. Justificada como solución a la "grave degradación" y al "estado de riesgo" que amenaza el área, en la gestión del comisario Marcello Fiori ha primado la espectacularidad y la superficialidad sobre la calidad y la seguridad, según afirman expertos y trabajadores del campo.
"Pompeya, con 2,5 millones de visitantes y 20 millones de ingresos al año, se gestiona hoy con un estilo espectacular y populista incompatible con el tiempo, casi siempre lento e ingrato, de la arqueología", resume un funcionario del sitio que pide anonimato.
El síntoma más claro es que entre los 600 trabajadores de Pompeya reina la omertà. Sólo los sindicalistas hablan, desde fuera, con nombre y apellido. El resto no revela su identidad por temor a las represalias.
Un misterioso incidente ha sido convertido casi en asunto de Estado por la dirección. Los trabajadores denuncian que se ha intentado minimizar daños muy graves. Y esto ha hecho estallar en el sitio arqueológico una tensión latente desde hace meses.
El 14 de enero, una obra puesta en marcha a toda prisa, en turnos de siete días, según los sindicatos, para dar brillo a la inminente visita al sitio de un político (no está claro si es el presidente Giorgio Napolitano o el primer ministro Silvio Berlusconi), causó el derrumbamiento de dos muros, uno de 30 metros y otro de 20. Dos paredes de casas antiguas, según algunas fuentes decoradas con frescos, se vinieron abajo.
El sindicalista Gianfranco Cerasoli, de la UIL, explica que la obra fue decidida por el comisario Fiori y afectaba a la zona de la Vía de la Abundancia, donde se encuentran la Casa de los Castos Amantes -descubierta en 1987 y cerrada con andamios desde entonces- y la Casa de Polibio. "Colocaron una grúa muy grande sobre un terraplén frágil, y con la lluvia la grúa cayó sobre el muro que rodea la Isla de la Casa de los Castos Amantes; éste a su vez derruyó una pared contigua", explica Cerasoli.
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