24 abril 2009

El mito de Ícaro en Álvaro García.

Regreso de nuevo a la poesía, a las voces de poetas creadores que en ocasiones evocan la antigüedad. En este caso quisiera comentar un poema de Álvaro García que Luis Antonio de Villena recoge en una antología bajo el título de La Lógica de Orfeo. Villena nos dice que en la joven poesía española se interpretan y modulan “voz lógica y voz órfica”, modulación que antes siempre ha estado separada y que ahora se unen para crear un nuevo estilo. Así pues he elegido este poema para definir cómo a pesar de que sigan naciendo nuevas tendencias la cultura antigua aún vive, y estas nuevas tendencias aún se empapan de ellas. El poema lleva por título Ícaro.

La meta es cómo un túnel, se nutre de tiniebla.


Lo propio de las alas es quemarse
cinco minutos antes de llegar hasta el sol.


Toda meta es un túnel que te absorbe,
es una oscuridad que se alimenta
de tu propia sustancia y de tu olvido
y ese modo de muerte que es el conseguir.


Cuando uno logra un fin se queda triste.
La meta se lo traga.


Mejor ser el mejor sin beso de champán, sin aureola.
Y el sueño se ha quemado en su inminencia,
como sabiendo que vencer es chusco.

Tus sueños se han quemado de pura lucidez.
El poema es simple, fresco, no está dotado de grandes imágenes ni lleno de metáforas. Una sola metáfora domina todo el poema, metáfora fruto de una comparación ya en el primer verso: La meta es como un túnel. En un principio el mensaje del autor es claro, preciso: Cuando uno consigue algo, este algo se termina y queda en el olvido. Así pues el camino para alcanzar ese fin está relacionado paralelamente con la oscuridad, la muerte, la tiniebla. El fin, por su parte, está relacionado directamente con el sol, el fuego, la lucidez. De este modo se contraponen dos imágenes totalmente diferentes. Pero si ahondamos más en el poema incluso podemos decir que lo que el poeta está haciendo es una descripción metafórica (y no muy agradable) de la vida, la vida cómo un túnel lleno de oscuridad y confusión en la que el único momento de luz es precisamente la muerte. Esta es la magia de Álvaro García, su poesía no puede expresarse con una sola palabra, no puede tacharsele de directo ni de irracional, no puede decirse que sólo quiera expresar una cosa, simplemente él rompe con todo lo lógico. Además el texto es un intercambio entre el autor y el lector, entre lo que dice uno y lo que comprende el otro, un intercambio logrado con el uso de la segunda persona: tú. No obstante, lo más bello de la poesía son las connotaciones que puede crear en cada persona. A pesar de todo esto, lo que más me interesa de este poema (y por lo que lo he elegido) es por el uso que hace Álvaro García del mito de Ícaro para captar una idea. De nuevo volvemos a observar como la utilización de una historia antigua hace que esta se renueve en la actualidad, y al fin y al cabo, que nunca se pierda. La literatura para que perdure la literatura.

Festina Lente!
La antología está en la Colección Visor de Poesía.
La imagen es La caída de Ícaro de Jacob Peter Gowy.

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